El diseño web ya no se trata solo de inspiración o intuición. Hoy, si querés que tu sitio funcione de verdad, tenés que mirar los datos. Porque adivinar qué le gusta a tu usuario puede ser un buen punto de partida, pero medirlo te lleva a otro nivel.
Diseñar basado en datos significa tomar decisiones con información real: cómo navega la gente, qué clickea, dónde abandona, cuánto tarda en encontrar lo que busca. Y con esa info, ajustar lo que sea necesario para que la experiencia sea más fluida, rápida y efectiva.
¿Qué métricas deberías mirar?
No hace falta ser un data scientist. Hay métricas básicas que cualquier persona puede empezar a seguir:
- Tasa de rebote: ¿la gente entra y se va sin hacer nada? Algo no está funcionando.
- Páginas por sesión: si solo ven una página, tal vez no les estás ofreciendo un recorrido claro.
- Tiempo en el sitio: si se quedan poco, probablemente no encuentran lo que necesitan o se frustran rápido.
- Mapa de calor (heatmaps): muestran en qué parte de la pantalla hacen más clic, hasta dónde hacen scroll y qué ignoran.
- Conversiones y embudos: te indican dónde la gente abandona el proceso (por ejemplo, en un formulario o antes del pago).
¿Cómo aplicar estos datos al diseño?
La clave está en detectar patrones y actuar en consecuencia. No es cuestión de cambiar por cambiar, sino de entender qué parte de tu diseño está generando fricción y optimizarla.
Por ejemplo:
- Si notás que muchos abandonan el carrito, puede que el botón de compra no sea claro o que el formulario sea demasiado largo.
- Si nadie hace scroll, quizá lo más importante está demasiado abajo.
- Si todos hacen clic en un elemento no clickeable, ¡ojo! Capaz están esperando una acción que no existe.
En base a eso, podés probar cambios y volver a medir. Es un proceso iterativo: ajustás, probás y volvés a ajustar. La UX no es estática.
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